La amenaza real de los buques de guerra de EEUU frente a Venezuela es supersónica. Se llama Kh-31 y es Made In Rusia

 

Las imágenes satelitales no dejaban lugar a la duda: Estados Unidos ha ido añadiendo piezas en el Caribe sur hasta conformar lo más parecido a un ejército militar preparado para un ataque frente a Venezuela, está por ver a qué escala y si esa es realmente la idea de Washington. Y frente a esta artillería, la mayor amenaza de los buques de guerra estadounidenses se encuentra en la Fuera Aérea venezolana.

Para ser más exactos, en uno de sus cazas y su misil. 

Capacidad supersónica. La presencia de misiles antibuque supersónicos rusos Kh-31A en manos de Venezuela, integrados en sus cazas soviéticos Su-30MK2V de la Aviación Militar Bolivariana, convierte el litoral venezolano en un entorno de alto riesgo para los buques estadounidenses que hoy operan a muy corta distancia. 

El misil, concebido por la URSS para perforar defensas aéreas occidentales y adaptado luego a roles antibuque de penetración, combina vuelo rasante sobre el mar, guiado activo de seguimiento antes o después del lanzamiento, maniobras terminales de hasta 15 G y una cabeza de penetración que detona tras atravesar el costado del casco, lo que lo hace difícil de interceptar cuando el buque está dentro de su corta zona de aviso. El propio hecho de que la US Navy comprase unidades para convertirlas en blancos MA-31 para probar sus defensas ilustra que, aunque no sea tecnología de última generación, se trata de un sistema cuya letalidad se toma muy en serio.

Plataforma de lanzamiento. Venezuela dispone de 21 cazas Flanker Su-30 en servicio, ha publicitado ejercicios de alerta rápida con Kh-31 frente a la costa y ha difundido imágenes de vuelos armados con la clara intención de señalar su capacidad de denegación a Washington. 

Aunque no es seguro que disponga de la variante antirradiación Kh-31P en cantidades significativas, esta podría emplearse de facto contra radares navales. Los encuentros a corta distancia (incluso con F-16 venezolanos acercándose a buques estadounidenses) muestran que, en un incidente improvisado, los cazas podrían colocarse dentro de la envolvente de lanzamiento antes de ser detectados o disuadidos.

Kh 31

Imagen promocional de un Kh 31

Física, distancia y reacción. El perfil del misil Kh-31A (aceleración inicial por cohete a Mach 1,8 y transición hasta Mach 3,5 a gran cota o Mach 1,8 a nivel del mar) reduce drásticamente el tiempo de reacción de defensa, sobre todo cuando el buque se halla pegado a costa, con horizonte de radar acortado y advertencia temprana degradada. 

La envolvente de empleo (la zona tridimensional en la que el misil puede ser lanzado, volar y alcanzar su objetivo, abarcando variables como el alcance, la altitud y la velocidad), significa que un avión armado que se aproxima sin ser expulsado de la zona puede colocar misiles en vuelo antes de que el buque complete su ciclo de defensa.

Su 30 Kh31 Jpg

Comparativa de arsenales. Contaban los analistas de TWZ que el resto del arsenal antibuque venezolano (Otomat Mk 2 en una fragata Mariscal Sucre, versiones envejecidas en embarcaciones Constitución, misiles Sea Killer en helicópteros y CM-90 iraníes) es sub-sónico, de dudosa disponibilidad y muy inferior en penetración y probabilidad de impacto frente a defensas modernas. 

En la práctica, el único vector que altera el cálculo estadounidense es ese emparejamiento Su-30/Kh-31: es suficientemente rápido, suficientemente provisto y suficientemente cercano como para imponer riesgo significativo.

Kh 31 Infographic

Infografía del misil

Postura de Estados Unidos. Lo contamos ayer. El despliegue estadounidense (ARG/MEU Iwo Jima, destructores Arleigh Burke, un crucero Ticonderoga y el buque de operaciones especiales Ocean Trader) es en sí un mensaje coercitivo diseñado para proyectar capacidad de castigo o de asalto puntual desde aguas internacionales. 

Con todo, ese mismo despliegue crea vulnerabilidades puntuales: el Ocean Trader carece de defensa orgánica y ha operado muy cerca de costa. Un ataque exitoso, incluso aislado, tendría consecuencias estratégicas y políticas de gran calado, convirtiendo un choque limitado en motivo de guerra. El Pentágono ha reforzado subsistemas cinéticos y de guerra electrónica (incluidos los Burkes adelantados a Rota para operar bajo amenaza de misiles de crucero), pero la velocidad y la proximidad del teatro significan que el riesgo no es ni mucho menos teórico.

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La lógica del último recurso. Mientras un ataque directo venezolano equivaldría casi con certeza a una guerra abierta con Estados Unidos, las variables que podrían volverlo imaginable existen: un escenario de colapso del régimen, un estallido por error operacional en un encuentro aéreo cercano o una operación encubierta estadounidense mal atribuida podrían precipitar decisiones de “último recurso” desde Caracas. 

Precisamente porque la probabilidad de que ocurra algo así es baja pero el daño esperado si ocurre sea extremo, la US Navy trata al Kh-31 como amenaza prioritaria de gestión activa, no como residuo tecnológico.

Implicaciones. La mera presencia de un misil supersónico de denegación en manos de un Estado sancionado amplifica la presión política: fuerza a Estados Unidos a asumir posturas más pesadas (cruceros como escolta, cordones de separación, ISR adicional), encarece las operaciones persistentes y eleva el umbral de intervención. 

El resultado táctico (una ventana de reacción de segundos) se traduce en un efecto estratégico: Venezuela posee un veto de facto sobre el grado de intrusión segura de buques estadounidenses, si se quiere, una suerte de chip de negociación que Caracas ya ha convertido en mensaje público con sus vuelos armados a corta distancia.

Imagen | Navy, Rosoboronexport, Boeing

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La noticia

La amenaza real de los buques de guerra de EEUU frente a Venezuela es supersónica. Se llama Kh-31 y es Made In Rusia

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Xataka

por
Miguel Jorge

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